Este es el título del nuevo libro que hace unos meses sacaba
a la luz el sacerdote y profesor Juan Luis Lorda en la colección
PATMOS de la Editorial Rialp.
Los diez mandamientos son una guía para la vida, también
para quienes no se consideran cristianos. Este libro hace comprensibles los
diversos aspectos de cada mandamiento, con brevedad, sin afán de ofrecer un
compendio de moral.

Los diez mandamientos son el núcleo de la ética del Antiguo
Testamento y mantienen su valor en el Nuevo Testamento: Jesucristo los recuerda
frecuentemente (cfr Lc 18,20) y los completa (cfr Mt 5,17ss.). Los Santos
Padres y los Doctores de la Iglesia los han comentado con profusión pues,
como señala Santo Tomás, todos los preceptos de la ley natural están incluidos
en el Decálogo: los universales, p.ej. hacer el bien y evitar el mal, «están
contenidos como los principios en sus próximas conclusiones», y los
particulares que se deducen por raciocinio, se hallan contenidos «como
conclusiones en sus principios» (Summa theologiae 1-2,100,3).
En la división de los mandamientos hay dos corrientes: por
una parte la de los judíos y muchas confesiones cristianas que desdoblan en el
segundo mandamiento el precepto de adorar a un solo Dios (vv. 2-3) y el de no
fabricar imágenes (vv. 3-6); por otra, la de los católicos y luteranos que,
siguiendo a San Agustín, engloban esos dos mandamientos en uno y dividen en
dos el último: no desear la mujer ajena (el noveno) y no codiciar los bienes
ajenos (el décimo). Estas divisiones son, ante todo, pedagógicas, porque unas
y otras pretenden recoger todo lo mandado en el Decálogo.
El Decálogo constituye la base histórica de la educación
moral de nuestra civilización. Mientras muchos repiten que la moral es
relativa, pocos se atreverían a defender que da lo mismo matar que no matar,
robar que no robar... Todavía el viejo decálogo es un faro que orienta la
conducta humana. Y no hay muchos más.