jueves, 23 de octubre de 2014

El canon romano de la Misa: lección de Mons. Pere Tena

Los Misales actuales traen un gran grabado, de Jesús Crucificado y, al comienzo de la siguiente página, una viñeta con un título en caracteres gruesos, que dice: "CANON MISSAE", o sea: "CANON DE LA MISA". Contiénense, efectivamente, en este cuaderno los cánones o reglas, juntamente con los texos, prefijados por la Iglesia desde la más remota antigüedad, para la inmolación y consumación de la sagrada Víctima. Es éste como el cuaderno central. y más venerable del Misal, donde se encierra como el Sancta Sanctórum del augusto Sacrificio de la Misa. Por eso hay que entrar a estudiarlo con suma devoción y reverencia.

El grabado de Jesús Crucificado es un elemento puramente decorativo. Recuerda las escenas con que los monjes miniaturistas e iluminadores solían adornar la T inicial de la primera palabra ("Te ígitur") del Canon, aprovechando la forma crucífera de, esa letra. En los viejos manuscritos, solamente se ve.unas veces la imagen del Santo Cristo, y otras el cuadro, más o menos completo, de la 'Crucifixión. Lo propio ocurre hoy en los Misales impresos.


La palabra "Canon" significa, en griego, la regla de madera que usa el carpintero, y, por metáfora, norma legítima y segura, "regla disciplinaria": de ahí que a las leyes de la Iglesia se les llame "cánones", y "canónicos", a los libros que tiene ella por inspirados.


El texto del Canon es antiquísimo; a principios del siglo VII existía ya íntegro. Es lo más primitivo, apostólico y patrístico de la Misa. Gira todo él en torno del relato evangélica de la Cena. Su estilo es casi bíblico. Alienta en todas sus líneas el soplo del Espíritu Santo. Es que todo en él es santo y misterioso, y el mismo silencio que, por prescripción, se observa ahora al recitarlo, acrecienta la unción y el misterio.


Después de la Biblia, nada inspira tanto respeto a la Iglesia como el Canon. Ni un vocablo, ni una tilde ha innovado desde los días de S. Gregorio Magno. Al recitarlo hoy, secretamente y con los brazos en alto, parécenos estar suspendidos entre la tierra y el cielo, escuchando plegarias de Catacumba o ecos del paraíso.



Esta obra que presentamos es la lección inaugural pronunciada por Pere Tena en la Facultad de Teología de Barcelona en el año 1967, en los inicios de la aplicación de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Mons. Pere Tena Garriga nació en l’Hospitalet de Llobregat (1928). Recibió la ordenación presbiteral en 1951. En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma alcanzó el grado de Doctor en Teología (1954) con una tesis titulada La palabra Ekklesia. Estudio histórico-teológico. Fue promotor (1958) y primer Presidente del Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona.

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